Los tipos de hambre en los trastornos de la conducta alimentaria

Las personas con obesidad, que se dan atracones de vez en cuando, o las personas que padecen los trastornos de la conducta alimentaria, saben que el hambre es una experiencia compleja, que va más allá de comer por una necesidad física. Si sus cuerpos les pidieran comer sólo cuando su nivel de disponibilidad de energía fuera bajo, no presentarían sobrepeso ni ingeririán cantidades grandes de alimento en un periodo corto de tiempo.

Para las personas con sobrepeso y para los trastornos de la conducta alimentaria, distinguir entre los distintos tipos de hambre que pueden tener, puede suponer el inicio del manejo de su problema. Recurrir sólo a dietas para adelgazar sin tener en cuenta estos otros aspectos psicológicos y emocionales puede llevarles a la cronificación de un problema con la alimentación. Como psicólogos expertos en trastornos alimentarios recomendamos distinguir entre estos tipos de hambre.

El hambre física

El hambre física es la que nos avisa de una necesidad real del cuerpo. Es una hambre que aparece gradualmente y, normalmente, horas después de la última comida. El hambre física desaparece cuando estás lleno. Cuando comes por hambre física, la consecuencia habitual es sentirte satisfecho. Existen algunos aspectos que pueden ayudarte a detectar si tienes hambre física: ruidos en el estomago, sensación de tener el estómago vacío o tener náuseas en el mismo. Sentirte irritable, fatigado o con problemas de concentración también puede deberse al hambre física. En los trastornos de la conducta alimetaria muchas veces no se come por hambre fisica, sino que aparecen otras hambres que vamos a describir a continuación.

El hambre emocional

El hambre emocional es aquella que canaliza las emociones a través de la comida. El acto de comer, y sobre todo el de salivar y tragar, activa una rama de nuestro sistema nervioso autónomo denominada rama simpática; cuando este sistema se activa, experimentamos a corto plazo una sensación de calma, una reducción de la ansiedad o de los nervios incómodos. Así pues, hay personas que no encuentran modos de gestionar emociones incómodas como la tristeza, la sensación de soledad, el aburrimiento, la ansiedad, el estrés… y han encontrado en la comida un modo de afrontar estas situaciones.

El problema es que el alivio es muy temporal, y el malestar emocional se incrementa poco después, quedando muchos problemas personales por resolver.  El hambre emocional, por el contrario al hambre física, es un hambre que aparece muy repentinamente, y puede darse aunque acabes de comer, de hecho puedes sentirla aunque estés lleno. Cuando comes por hambre emocional, puede ocurrir que, en lugar de quedarte satisfecho, te sientas culpable o avergonzado. En algunos de los trastornos de la conducta alimentaria, como el trastorno por atracón o la bulimia, este tipo de hambre puede llegar a gobernar las ingestas.

Hambre sensorial

Otro tipo de hambre muy útil en reconocer es el hambre sensorial. De este tipo de hambre sabe mucho la industria alimentaria. El hambre sensorial es aquella que estimula nuestros sentidos a través del olfato, la vista, el tacto, el gusto o incluso el sonido. El sonido de la tableta de chocolate al morderla, las coloridas combinaciones de los menús de hamburguesas de comida rápida, el aroma de una pizza sacada del horno… Este hambre sensorial, puede llevarnos a comer sin necesidad de tener hambre física. Se identifica porque es una hambre que aparece justo cuando te presentan el estímulo sensorial, es decir, cuando ves, hueles, etc… la comida. Puedes sentirla cuando estás lleno: por ejemplo, después de una comida copiosa al ver un helado.

Hambre mental

El hambre mental hace referencia a los pensamientos que tenemos sobre la comida. Si te pillas diciéndote: “debo o no debo comer esto”, estás teniendo hambre mental. Si te pillas diciendo, “voy a comer ahora mucho porque luego ni voy a comer hasta la noche”, es hambre mental. Si te pillas consolándote así; ” me merezco comerme esto ahora, me lo he ganado”, el hambre mental está ahí. No es un hambre conectada con nuestras necesidades físicas, sino con lo que nuestra cabeza nos dice en relación a la comida.

Mª José Miguel Quilis

Directora Apai Psicólogos

Apai Psicólogos

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