Las personas podemos comportarnos de formas distintas según la situación en la que nos encontremos, adecuando nuestra conducta de forma que resulte adaptativa en nuestro medio social. En muchas ocasiones, se llevan a cabo distintos comportamientos que son desadaptativos dificultando una buena convivencia y acarreando ciertos problemas en el hogar, en la escuela, etc.

Primeramente, cuando queremos cambiar una conducta inadecuada, ha de ser identificada lo más objetivamente posible, definiéndola de forma clara.

La conducta de los niños dependerá de las consecuencias obtenidas tras ellas. Serán repetidas aquellas conductas que van unidas de un premio o recompensa (o de atención recibida) y no repetirán aquellas que van seguidas de consecuencias que se perciban como desagradables o de ausencia de atención.

Las consecuencias pueden ser positivas como negativas. Las positivas son aquellas que se aplican inmediatamente después de realizar una determinada conducta aumentando la frecuencia de estas, por ejemplo, mediante elogios, sonrisas, juegos, etc., y las consecuencias negativas se aplicarán inmediatamente después de una conducta inadecuada con el fin de que disminuya o elimine la emisión de dicho comportamiento, por ejemplo, retirada de juguetes favoritos, no ir al cine, no ir a la piscina, etc.

Para lidiar con este tipo de conductas problemáticas en los niños, los padres pueden llevar a cabo, técnicas de modificación de conducta, en este caso hablaremos de los castigos.

Tipos de castigo

¿Qué es el castigo? El castigo puede definirse como la intención del medio de provocar la reducción o eliminación de una conducta inadecuada. También se puede definir como la aplicación de un estímulo aversivo ante una conducta inaceptable en una situación determinada.

Existen dos tipos de castigos a la hora de corregir o modificar las conductas problema en los niños, especialmente orientados a la disminución de aquellos comportamientos inadecuados, hablamos del castigo negativo y el castigo positivo.

El castigo positivo es en el que se aplica un estímulo aversivo/negativo para el niño ante la realización de una conducta determinada, con el fin de que disminuya o se elimine dicho comportamiento, mientras que el castigo negativo se basa en la retirada de un estímulo deseado por el niño ante la realización de una conducta indeseada.

Cabe detenerse en el castigo físico ya que, durante muchos años, ha sido un tipo de castigo muy normalizado. Actualmente sabemos que el castigo físico no es la mejor opción debido al gran impacto emocional que tiene sobre los niños ya que se le está enseñando estrategias erróneas de resolución de problemas, imponiendo el miedo llegando a provocar sentimientos de rechazo hacia sus propios padres. Además, se le está enseñando que la violencia es útil mostrando que el más fuerte siempre gana, esto puede influir a la hora de relacionarse con los demás desencadenando malas relaciones. Hemos de tener en cuenta, además, que determinados niños tienen características temperamentales con una mayor sensibilidad y los castigos, tanto físicos como emocionales, pueden impactar de modo muy negativo y, en ocasiones, hasta traumático.

¿Existe relación entre el castigo y la autoestima?

Cuando el castigo es físico, existe una relación directa que muestra la influencia sobre la autoestima. Puede llegar a generar un sentimiento de invalidez en el niño el cual irá disminuyendo su autoestima cada vez más. Generará pensamientos de que es merecedor de esos castigos y que nunca podrá hacer nada para cambiar la situación. Por lo tanto, influiría negativamente en la formación de la personalidad del niño.

¿Existe relación entre el castigo y la ansiedad?

Los castigos físicos pueden llegar a producir ansiedad y sentimientos de culpabilidad. En un estudio llevado a cabo por un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Florida (EE.UU.) hallaron resultados muy interesantes sobre la relación del castigo y la ansiedad. Los investigadores descubrieron que el castigo físico se asociaba a un mayor aumento de la ansiedad y síntomas depresivos en la adolescencia, también, se pudo reflejar una mayor respuesta neuronal al error y una respuesta embotada a la recompensa en aquellos adolescentes que recibieron castigos físicos en la infancia. Concluyeron finalmente, que el castigo físico se relaciona con una mayor sensibilidad neuronal cuando se comenten errores y una menor sensibilidad neuronal cuando se reciben recompensa en la adolescencia.

Efectividad del castigo como técnica de modificación de conducta

Los castigos han sido y son aplicados a día actual en diversos contextos, a nivel educativo, en la práctica clínica, en el mundo laboral, etc.  Es importante tener en cuenta, qué si se opta por su aplicación, debe realizarse de forma consistente y contingente a la conducta, es decir, inmediatamente tras la realización de la conducta y que este sea proporcional a la conducta inadecuada. Además, hay que tener en cuenta que el cambio producido con este tipo de procedimientos puede ser algo superficial y basado en el miedo al castigo por parte de los niños, de forma que no genere un verdadero cambio en las actitudes del mismo.
Puede generar miedo en quien recibe el castigo, provocando hacia la persona que lo impone resentimiento hacia la misma. También puede influir negativamente en la sensación de control y autoestima del menor si no se comprende las causas del castigo.

Con respecto al castigo físico, se puede concluir que no es un método recomendable para reducir/eliminar conductas ya que los efectos negativos son bastante notorios a largo plazo, influyendo en la personalidad del niño en el futuro.

Hoy en día la psicología recomienda el uso de técnicas de modificación de conducta como es el refuerzo positivo.

Mª José Miguel Quilis

Directora Apai Psicólogos

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