Desarrollo de Habilidades Sociales
Los psicólogos definimos las habilidades sociales como “la capacidad para interactuar con los demás de un modo determinado que es aceptado o valorado socialmente y, al mismo tiempo, personalmente beneficioso o mutuamente beneficioso” (Slaby, 1977).
Estas habilidades sociales se aprenden de modo natural desde la infancia, viendo cómo actúan los demás e intentando repetirlo, y tienden a provocar reacciones positivas por parte de los demás, con lo cual se ven reforzadas. Sin embargo, en ocasiones, los padres y modelos de infancia no son capaces de transmitir esas habilidades porque ellos mismos no las tienen desarrolladas, de modo que el niño no puede observarlas ni ejercitarlas.
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Qué son las habilidades sociales
Las habilidades sociales son un repertorio de conductas, tanto verbales como no verbales, aprendidas a lo largo de nuestra vida y vinculadas al modo en que nos relacionamos con los demás.
Importancia de las habilidades sociales
Estas habilidades son importantes, dado que van a condicionar como nos sentimos cuando estamos con otras personas y van a facilitar o dificultar que consigamos nuestros objetivos tanto conscientes como no conscientes con otra persona. Tanto los niños como los adultos con escasas habilidades sociales tienden a tener peor autoestima y a sufrir más ansiedad cuando han de entrar en contacto con una situación social.
Déficit de habilidades sociales
La carencia de habilidades sociales se muestra, habitualmente, según tres formas de respuesta. Es lo que los psicólogos llamamos: inhibición, agresividad y comportamiento pasivo-agresivo.
La labor del psicólogo consiste en enseñar y entrenar a la persona a que pueda expresar lo que siente de manera adecuada, rechazar peticiones a las que no desea acceder, preguntar información sin sentirse inferior, saber hacer y recibir cumplidos, expresar emociones positivas y negativas, hacer y recibir críticas, iniciar conversaciones y gestionarlas de manera adecuada, etc.
Inhibición
En el primer caso, la inhibición, la persona tiende a callarse lo que piensa o lo que desea, se siente sin derecho a hacerlo o le da miedo que los demás reaccionen mal o le rechacen si lo hace. Tienden a ser sumisos, a sonreír aunque estén incómodos y a evitar los enfrentamientos. Su lema es: “que haya buen ambiente” o “que no se enfade”. Este comportamiento pasivo tiene, sin embargo, varios problemas: el primero es que la autoestima de quien se inhibe de esta manera tiende a ser cada vez más baja, el segundo es que los demás no le conocen realmente porque no se expresa y tienden a ignorar sus necesidades porque no les son evidentes, el tercero es que cada vez tienen más miedo a los enfrentamientos porque, a base de evitarlos, cada vez se sienten menos capaces de afrontarlos y no de desconfirma su hipótesis de que todo irá mal si se enfrentan.
Agresividad
En el segundo caso, la agresividad, la persona tiene a decir todo lo que piensa, siente y cree sin tener en cuenta cómo le va a sentar al otro, o si le está hiriendo. Digamos que se pasa por encima de los derechos de los demás, y se puede ser dominante, sarcástico, amenazador o exigente. Este comportamiento tiende a establecer relaciones basadas en la dominancia-sumisión, por lo tanto, relaciones en las que no hay una verdadera compenetración ni un verdadero respeto del otro.
Comportamiento pasivo-agresivo
En el tercer caso, la persona oscila entre callarse de modo habitual y explotar de modo intermitente cuando no puede más. Digamos que aguanta, aguanta, aguanta… y luego explota. Cuando explota, suele sentirse culpable y los demás suelen reaccionar muy mal, motivo por el cual vuelve a aguantarse durante otro tiempo y se refuerza su idea de que es mejor callar que decir.
Asertividad
Para salir de estos patrones, los psicólogos recomendamos habilidades sociales basadas en un estilo asertivo. La asertividad fomenta la propia autoestima, pues tiene en cuenta nuestras necesidades emocionales más profundas, y el respeto del otro, pues también empatiza con los derechos de los demás. Representa una actitud “yo gano-tu ganas” muy beneficiosa en todo tipo de relaciones.
Cómo aprendemos las habilidades sociales
En principio, las habilidades sociales son competencias que aprendemos de forma natural al crecer y relacionarnos con nuestro entorno social: padres, hermanos, profesores, amigos, personal sanitarios, etc. de dos formas diferentes: el aprendizaje vicario y el aprendizaje por condicionamiento operante.
Aprendizaje vicario
El aprendizaje vicario es un camino natural: vamos observando cómo estas personas reaccionan ante diversas situaciones, observando también las consecuencias de sus actos.
Imaginemos a nuestra madre con síntomas de ansiedad por tener que ir a devolver un artículo que ha comprado: como niños podemos codificar la situación de “hacer la devolución de un artículo en una tienda” como algo a temer. Imaginemos ahora que el dependiente reacciona mal, es maleducado cuando nuestra madre finalmente se atreve: como niños podemos reforzar la idea de que, efectivamente, esa situación es desagradable. Estos patrones de observación de lo que hacen otras personas y de las consecuencias de sus conductas se llaman aprendizaje vicario y son importantes, pues están hechos para que podamos aprender de los errores de otras personas sin sufrir nosotros las consecuencias realmente. El problema estriba cuando el aprendizaje, en este caso, proviene de una persona poco hábil o con ansiedad: podemos sacar conclusiones equivocadas y acabar teniendo: miedo a hablar ante personas de autoridad o personal sanitario, miedo a expresar un desacuerdo con la pareja, miedo a hacer una crítica a un amigo, etc.
Aprendizaje por condicionamiento operante
Por otro lado, a lo largo de nuestra infancia, como niños vamos emitiendo conductas sociales con espontaneidad. En función de cómo reacciona el entorno a estas conductas, vamos sacando conclusiones: si vemos que lo que hemos hecho sienta mal, o que nos dejan de lado, o que nos riñen y nos sentimos mal, probablemente dejemos de hacerlo.
Si vemos que lo que hacemos es aceptado, bien tolerado y respondido adecuadamente, sacamos la conclusión de que podemos seguir haciéndolo. Es un aprendizaje, llamado operante, que está regido por las consecuencias. Imaginemos que, en clase, levantamos la mano y hacemos una pregunta que es respondida con desprecio por el profesor y reída por el resto de alumnos: esta situación puede inhibir posteriormente la conducta habilidosa de hacer preguntas en clase, o en grupo, debido a que tenemos registrada la experiencia de haberlo pasado mal en el pasado al hacerla.

Factores que mantienen los problemas en las habilidades sociales
En el origen de los problemas de relación social encontramos dos factores que pueden aparecer aislados, pero que en la mayoría de las ocasiones se presentan de forma conjunta y que perpetúan y mantienen problemas en las relaciones sociales.
Ansiedad social
Por un lado encontramos gente a la que el hecho de tener que entablar conversaciones o hacer prevalecer sus derechos le genera mucha ansiedad anticipatoria. Días antes ya piensan que «no van a saber qué decir, la gente les va a considerar aburridos o raros, no van a actuar con la espontaneidad de los demás», «se van a reír», «se van a enfadar», etc.
Repertorio conductual insuficiente
Por otro lado, es frecuente encontrar un repertorio conductual de competencias sociales insuficiente en las personas con problemas de habilidad social, lo cual les ha llevado a fracasar en situaciones sociales de su pasado y constituye un recuerdo negativo que les resulta difícil olvidar.
¿Cómo mejorar las habilidades sociales?
Como hemos explicado, las habilidades sociales se aprenden de forma natural en el proceso de socialización de una persona y constituyen una compleja trama de pequeños matices que es posible optimizar para mejorar nuestros logros y bienestar social. Si nuestros referentes en la infancia no tenían habilidades sociales, no hemos dispuesto a nuestro alrededor de modelos que imitar y, por lo tanto, difícilmente vamos a generar espontáneamente la competencia apropiada en situaciones sociales, sobre todo si son complejas.
Las habilidades sociales pueden aprenderse de adulto a través del entrenamiento. El entrenamiento suele constar de una parte de terapia individual y otra parte de práctica en grupo, pues es así como se maximizan los resultados y se integran en la vida de la persona para que luego las pueda usar de modo natural en sus relaciones.

Tratamiento individual
El tratamiento individual consiste en técnicas de control de la ansiedad en la situación y también tratamiento de la ansiedad anticipatoria, así como mejora de la autoestima y trabajo con los pensamientos de malestar que aparecen en esas evitaciones.
Terapia grupal
La terapia grupal consiste en un entrenamiento en técnicas asertivas, fundamentalmente, aunque también se trabajan aspectos básicos como el lenguaje no verbal, la imagen personal y la distancia en el espacio.
Habilidades sociales básicas que se pueden entrenar:
- Expresar amor, agrado y afecto a personas y en situaciones que antes resultaban difíciles y penosas.
- Iniciar y mantener conversaciones que antes nunca se llevaban a término, con la consecuencia de limitar el apoyo social que recibíamos.
- Hacer peticiones a los demás que no se osaba plantear ,situación que nos llevaba a ser víctimas de abusos o a sobrecargarnos de trabajo.
- Ser capaz de realizar y aceptar cumplidos, cuando antes sólo sentíamos azoramiento y vergüenza ante una situación de este tipo.
Habilidades sociales en adultos
Las conversaciones entre adultos suelen tener un tono más serio, independientemente del ámbito profesional o personal, en la comunicación establecida es fundamental no solo comunicar con el lenguaje verbal, también el lenguaje no verbal ha de trabajarse para mejorar la nuestra capacidad comunicativa. Es por ello que debemos entrenar nuestra postura corporal, evitando gestos que puedan incomodar a la otra persona. Hay que prestar atención a las piernas y a los brazos.
La expresión facial delata cuándo nos sentimos incómodos, pero también puede hacer sentir incómoda a la otra persona, es por ello que debemos esforzarnos en evitar malos gestos, muecas, miradas perdidas o cualquier otro gesto que desconecte el canal comunicativo. Una mirada activa puede hacer sentirse a la otra persona valorada, escuchada, acompañándola de movimientos leves de cabeza que asientan para que se sienta escuchada es un buen ejercicio.
Es fundamental trabajar la autoestima para mejorar las habilidades sociales. El cambio empieza necesariamente por uno mismo.
Existen otros muchos factores que pueden ser aprendidos con práctica. Es importante también entrenar la mirada, la postura corporal, la expresión facial y otros muchos factores que pueden ser aprendidos y entrenados en el contexto de esa terapia individual o grupal, con la consiguiente mejora del funcionamiento general y del bienestar de una persona.
Habilidades sociales en niños
Los niños también pueden beneficiarse de un entrenamiento en habilidades sociales si, por el motivo que fuera, no las estuvieran aprendiendo correctamente.

Para entrenar esta habilidad en Apai Psicólogos Valencia realizamos dos talleres grupales al año de entrenamiento en habilidades sociales y asertividad.
Puedes estar atento a nuestra sección de Habilidades Sociales en el blog para que no se te pase la próxima convocatoria.
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